martes, 10 de diciembre de 2013

Suicidio

Mi querida amiga Erin se quitó la vida hace apenas un mes. Yo, que andaba un poco desconectado de ella, no me enteré hasta dos semanas después. Desde entonces he pasado muchas horas intentando comprender las circunstancias y las razones que la llevaron a hacerlo. Erin no era una persona dada a la melancolía; al contrario, siempre comunicaba un gran alegría a los que estábamos con ella. Sin embargo, una vez intentó contarme algo que llevaba muy dentro. Fue un e-mail que parecía no venir de ninguna parte y que me dejó anonadado…

“¡Deseo tanto que esta mierda de vida se acabe lo antes posible! ¡Estoy tan harta de toda esta mentira! Sólo quiero dormir -to trip the light fantastic (bailar con esa fantástica ligereza)- ¡para siempre! Y, de nuevo, no soy suicida, ¡créeme, no lo soy! ¡Es sólo que estoy tan harta de toda esta basura! No hay nada de bueno o de maravilloso en mi vida. Sólo quiero acelerar el proceso de mi muerte lo mejor que pueda. Quizás debería empezar a tomar crack cocaína o algo así… No sé. ¡Sólo sé que deseo tanto que todo esto termine! He acabado. Estoy tan triste. Espero que puedas empezar a entender esto, Hermes. No se trata de ti - ¡en absoluto! ¡Se trata de mí! ¡Quisiera que tú, y tu mujer, y mi madre y mi amiga Tina, y todos a los que amo y que me importáis os dierais prisa en morir! ¡Para que yo pueda salir de aquí de una puta vez! ¡Detesto mi vida! ¡Quiero que se acabe! Me solía preocupar dejar mi marca en el mundo - hacer algo significativo que ayudara a otros - pero estoy vacía de ‘vida’ y ya no me importa nada. -Algo dentro de mí ha muerto. Sólo quiero dormir. Solía querer ayudar a otra gente a tener una vida mejor y a encontrar la felicidad… pero, lo siento, ya no me preocupo ni por mí ni por nadie. ¡Paz FUERA!”

¡Ahí queda eso! Me disgustó tanto ese e-mail que tuvimos una pelea a causa de él. Poco a poco, conforme las aguas fueron volviendo a su cauce, Erin intentó explicarme lo que quería decir. Quería comunicarme algo muy íntimo suyo, me dijo, algo que no le contaba a nadie. Y yo, al rechazarlo, la había decepcionado profundamente. Me explicó que para ella la muerte no era algo triste, sino un descanso a todo el sufrimiento de su vida cotidiana. Más adelante comprendí de dónde había salido ese e-mail. Unos días antes habíamos visto juntos la película “Mar Adentro”. Yo quería enseñarle la Galicia donde crecí, pero ella se quedó enganchada con la historia de Ramón Sampedro y su deseo de morir.

Otra película que vi hace poco, “What Dreams May Come”, ("Más allá de los sueños", en español) representa el polo opuesto: la repulsa de nuestra cultura hacia los suicidas. En ella el personaje encarnado por Robin Williams tiene que viajar al Infierno de Dante a rescatar a su esposa, que ha cometido el pecado imperdonable de suicidarse. ¿Por qué tiene que ser el suicidio algo tan negativo?

Hablando con Erin comprendí que el suicidio puede considerarse como uno de los actos más subversivos. Es una afirmación radical de nuestra libertad, de nuestra autonomía personal. No le pertenecemos a la sociedad, ni a Dios, ni siquiera a las personas que nos aman. Nuestra vida es nuestra y hacemos con ella lo que nos da la gana. Y el que quiera entenderlo que lo entienda y el que no, ajo y agua… Mejor todavía: el suicida comprende que lo que más tememos, la muerte, no es nada. Es una moneda con dos caras: la de perder todo lo que tenemos pero también la de liberarnos definitivamente de todo lo que nos hace sufrir. Así que, si hacemos balance de nuestra vida quizás lo segundo pese más que lo primero, y entonces la opción es clara. Al parecer, Erin lo tenía así de claro.

También es verdad que determinadas personas están fascinadas por la idea de la muerte y el suicidio. Existe toda una subcultura en torno a ello. Por ejemplo, la canción “Asleep” de Emily Browning recoge sentimientos muy parecidos a los del e-mail de Erin…


La verdad es que a mí me costó mucho trabajo entender todo esto. A mí me gusta la vida. Si pudiera viviría mil años. Lo que me llena de frustración es no tener suficiente tiempo para aprender todo lo que quiero aprender, para hacer todo lo que quiero hacer, para escribir todos esos libros que se quedarán para siempre en mi imaginación. Pero ahora, gracias a Erin, he llegado a comprender en mis huesos el significado de la muerte y a dejar, en cierta medida, de temerla.

Pero también soy consciente de que en la gran mayoría de los casos el suicidio tiene poco de romántico, de ese acto de liberación personal del que hablaba antes. El suicidio a menudo no es más la consecuencia final de una enfermedad que a veces es mortal: la depresión. Gracias a los avances de la neurociencia, hoy en día entendemos que existen estados del cerebro que son incompatibles con la vida, donde el sufrimiento se hace tan profundo que hay que buscar una salida de inmediato. Y también sabemos que ese estado se puede evitar con la medicación adecuada, que literalmente te puede salvar la vida. Es aterrador pensar que hay gente que puede pasar por algo así. Espero de todo corazón que ese no fuera el caso de Erin, que ella simplemente logró hacer realidad ese deseo tan profundo que yo no supe comprender.

May you trip the light fantastic, Erin!

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